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En Córdoba, en los siglos pasados y hasta comienzos del presente, estaban muy en boga los combates de perros. Eran como las riñas de gallos, una tradición heredada de la época de la colonia que había arraigado fuertemente en dicha provincia. En sus aledaños se realizaban todos los fines de semana peleas de perros, en las que se hacían grandes apuestas. Para dichos combates se usaba una mezcla del Mastín Español, con Bull Terrier, cuando no el Bull Terrier puro o mezclado con el Bulldog Inglés.

Hubo también a comienzos del siglo una cierta infusión de sangre de Boxer, o Bulldog Alemán como así se apodaba a esta noble raza. De esa mezcla de sangre se fue formando por selección natural, el tipo de "perro de pelea", que llamaremos el "Viejo Perro de Pelea Cordobés". Animales de extraordinario valor y resistencia para el combate, morían peleando, no rehuían la lucha jamás, pero carecían de olfato y velocidad y su ferocidad para con sus congéneres los hacían inútiles para la caza, ya que se peleaban entre ellos y era imposible cazar con dos o más, y menos en jauría.

Pero esta raza primitiva tenía en sí dos cualidades primigenias y esenciales: una excelente herencia ancestral (Mastín, Bull Terrier y Bull Dog) y una gran gimnasia funcional, ya que los rudos combates a que eran sometidos de generación en generación, fueron acrecentando cada vez más su valentía original.

En la formación de la raza, hemos utilizado como base, el Viejo Perro de Pelea Cordobés, al que se ha ido agregando en distintas familias para evitar la consanguinidad, el Gran Danés Arlequín o Dogo de Hulm, para darle una mayor alzada, Bull Terrier, Bull Dog Inglés y Boxer, para acrecentar su valor, resistencia y tenacidad en la lucha; el Mastín de Los Pirineos que le dio tamaño, rusticidad y afirmó el manto blanco, dándole también fuerza y adaptación a todos los climas, típica en dicha raza de montaña; el Pointer que le dio olfato y sobre todo el venteo, que le permite al Dogo Argentino llegar directamente a la presa tomando el viento y no dando vueltas tras el rastro como los Wolf Hound, que le ha dado velocidad y alzada. Todos estos trabajos de recría y selección fueron realizados por el Dr. Antonio Nores Martínez, médico cirujano, profesor de la Universidad de Córdoba durante muchos años hasta su fallecimiento en 1957 y Director de Traumatología del Hospital Militar de Córdoba, es decir que se experimentó bajo un control científico.

Toda esta larga experimentación se ha ido realizando en el curso de muchos años y eligiendo siempre los ejemplares que más se adaptaban al standard de la raza, standard que fuera forjado por el Dr. Antonio Nores Martínez en 1928, aparecido en el N° de la revista Diana del año 1947, que es el adoptado por el club de Criadores del Dogo Argentino y que a la presente acompaña.

Al mismo tiempo que se realizaban esas infusiones de nuevas corrientes de sangre en el Dogo Argentino, se lo iba sometiendo a una gimnasia funcional intensa y apropiada, haciéndolos cazar continuamente en nuestros montes, tanto del norte, como del centro y sur de la República, tratando de que al cazar en jauría, fuera perdiendo el instinto de pelear entre si, innato en el tronco común, que era el Viejo Perro de Pelea Cordobés, y desarrollando su instinto campero. Al mismo tiempo, mediante continuas luchas de generación en generación con jabalíes, pumas, zorros, gatos del monte, etc., que a tales efectos hemos mantenido y mantenemos enjaulas apropiadas, hemos conseguido desarrollar en el Dogo Argentino, un instinto muy poderoso contra nuestros grandes depredadores del agro, especialmente el puma y el jabalí europeo, el pecarí y eventualmente el jaguar, lo que hace que el Dogo Argentino actual sea un instintivo cazador de dichas especies a las que busca, persigue y acomete con extraordinario entusiasmo y pasión atávica.

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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